Vínculo Docente-Alumno



¿De qué se trata esta relación, este vínculo en el que estamos implicados los docentes con nuestros alumnos y ellos con nosotros?

Veamos algunos relatos hechos por docentes en un curso sobre el vínculo docente – alumno llevado a cabo en la Facultad de Psicología de la U.N.C.:

D: “El vínculo es el único riel por el cual corre el aprendizaje, uno aprende cuando se vincula, y ese vínculo va a teñir de una forma determinada qué se aprende y cómo”

D: “Yo soy docente de sexto y tengo un grupo con el que me llevo bien, y en el otro no…”

D: “Queramos o no tenemos relaciones diferentes con nuestros alumnos, preferencias, con algunos nos llevamos bien y con otros no”


Le pedimos ayuda a Anny Cordié, psicoanalista, quien nos va a decir que en la relación docente – alumno se juegan cuestiones transferenciales y contratransferenciales….pero… ¿ qué es esto?

Pues bien, la transferencia es la reactualización en la figura del docente de deseos, sentimientos, temores que se sintieron en relación a los padres durante la infancia y que se pueden estar sintiendo en la actualidad respecto a ellos. Todo ese universo de emociones se trasladan a la figura del docente que ocupa en la vida del joven un lugar de autoridad y con quien la relación es esencialmente asimétrica, lo cual favorece el fenómeno de la trasferencia.
Es decir, que por ser adultos y representantes del orden social, nos prestamos para que los alumnos transfieran sobre nuestra persona sentimientos que han sentido o sienten en relación a sus padres.
El problema surge cuando no nos damos cuenta de ello, y creemos que todas las reacciones de los jóvenes tienen que ver con nuestra persona.
No obstante, hay que agregar que estamos frente a ellos en un doble rol: como nosotros mismos y como representantes del mundo adulto por nuestra condición de educadores. Es decir que algunas de las manifestaciones afectivas tendrán que ver con lo que nosotros como personas despertamos en ellos y otras con lo que representamos…. Es difícil diferenciarlo, ¿no?

Por otra parte la autora, retomando a Sigmund Freud, nos va a decir que las manifestaciones de amor, de admiración, de rechazo o de apatía por parte de los jóvenes producen en nosotros respuestas contratransferenciales, es decir sentimientos o emociones que son consecuencia de lo que ellos depositan en nosotros.
Un ejemplo de esto lo podemos ver cuando un docente se muesta especialmente agresivo con un alumno o le dedica demasiado interés a otro en particular, en detrimento del resto.

Los docentes sabemos que necesitamos valernos de la transferencia para pasar nuestra enseñanzas, es decir que necesitamos despertar cierto grado de admiración o de respeto para que el joven quiera aprender, pero…. ¿qué cosas despiertan o favorecen la transferencia?
La seducción que produce el tono de voz, el conocimiento que se tiene de las cosas, no sólo del contenido de una materia, la presencia, la capacidad de escucha, el respeto al otro. Las virtudes del docente. ¿Qué joven no aprecia en un adulto, la honestidad, el sentido de lo justo, la ética?
Pero también está el carisma, ¿qué es esto? Nos dirá A.Cordié que las personas carismáticas son personas en armonía consigo mismas, que disfrutan de una libertad interior, poco inclinadas a las satisfacciones narcisistas y que no esperan del otro obediencia y sumisión, es decir son tolerantes y respetuosas.

Frente a un grupo de alumnos sentimos una especial exigencia: sabemos que somos los adultos de la situación, es hacia nosotros hacia quienes se dirigen las quejas, explícitas o implícitas por parte del grupo. Por ello, es sobre nosotros sobre quien tenemos que trabajar principalmente debido a que tenemos la responsabilidad mayor, pero sin olvidar que siempre hay condicionamientos institucionales, sociales y epocales que atraviesan nuestra tarea.